Ganado bovino: Viento, lluvia y barro al acecho? ¿Cómo enfrentar de buena forma el invierno?



Los temas ambientales y su impacto sobre el bienestar y la producción de los animales están cobrando cada vez mayor relevancia, no solo a nivel nacional sino mundial. El efecto del clima que el productor observa con más claridad e inmediatez es la falta de alimento o bien una merma en su calidad, pero el clima también afecta directamente a los animales modificando su comportamiento, metabolismo y uso de la energía consumida,

Chile es un claro ejemplo han sido los últimos veranos (secos y calurosos), los que han generado una mayor preocupación por el tema del estrés por calor en el ganado bovino de leche. Sin embargo, los temporales de invierno con sus lluvias, fríos y fuertes vientos son mucho más frecuentes y nos han acompañado por un tiempo mucho mayor, transformándose probablemente en un mayor desafío para el animal y el productor.

No obstante esto, poco tiempo hemos dedicado a profundizar un su manejo. Si bien hay cosas que resultan obvias y que observamos al ver los animales expuestos a la lluvia (como por ejemplo la posición que adoptan los animales), hay otras que tal vez se desconocen, por ello bien cabe preguntarse el cómo los bovinos (leche y carne) se ven afectados por estos factores; y qué podemos hacer para mitigar el impacto negativo que tiene el clima invernal en los animales y en su respuesta productiva.

¿Son las bajas temperaturas el factor más crítico?

 Se debe tener en cuenta es que los bovinos (al igual que muchos otros animales) requieren mantener su temperatura corporal dentro de un cierto límite (37,5 ? 39,5 ºC), puesto que en este rango se optimizan los procesos metabólicos (reacciones bioquímicas a nivel celular).

Indica que alejarse de este rango, implica una disminución del metabolismo y un aumento de los requerimientos de energía de mantención, como resultado de la búsqueda en alcanzar el balance térmico (rango de temperatura corporal).

En general, los bovinos presentes en Chile (Bos taurus) se adaptan bastante bien a condiciones templadas-frías y se tienen el tiempo suficiente para aclimatarse no sufren mayores complicaciones, a diferencia de las razas cebuinas (Bos indicus) y sus cruzas (que se encuentran desde en el norte de Argentina y el resto de la zona tropical y subtropical del continente).

A diferencia de lo que se puede pensar intuitivamente cinco son las variables meteorológicas que determinan mayormente el ambiente térmico y el confort de un animal: temperatura ambiental, radiación solar, velocidad del viento, precipitaciones y humedad relativa. En el caso del periodo invernal podemos el efecto directo de las precipitaciones sobre los animales cobra mayor relevancia, particularmente las lluvias (y en menor medida la nieve). La lluvia moja a los animales y la presencia de viento favorece la rápida pérdida de calor, además la lluvia contribuye a la formación de barro, otro factor de relevancia en el invierno.

El barro también tiene un marcado rol en el balance térmico del ganado, ya que si el animal no tiene un lugar seco donde echarse terminará con el barro adherido a su pelaje. En esa situación se repite lo antes indicado para la lluvia por sí sola, es decir el animal seca ese barro con su calor corporal destinando parte de la energía consumida en la dieta para este propósito. Lo anterior resulta en menos energía para procesos de producción (leche o carne) y que además se refleja en menores temperaturas corporales, las que suelen medirse como temperaturas rectales, timpánicas o vaginales.

Si bien existe investigación internacional respecto del impacto del barro (por ejemplo los libros del NRC de carne y leche) cabe señalar, que la realidad nacional es muy distinta, especialmente, en la zona sur del país, donde la lluvia y el barro pueden permanecer por varios meses (abril a noviembre), mientras que en otros países como EEUU (en gran parte de ese país) de donde proviene mucha de esta información, las precipitaciones líquidas (lluvias) ocurren en la temporada de primavera-verano.  Allí en los inviernos precipita prácticamente sólo nieve, lo cual cambia completamente el escenario pues el barro tiene una duración mucho menor a la que observamos en Chile.

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Por Rodrigo Arias Inostroza, PhD. MSc. Ing. Agrónomo, académico del Instituto de Producción Animal de la  Facultad de Ciencias Agrarias de la UACh.  Este artículo fue publicado en el El Mercurio Campo

 

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20 mayo 2016